Aloe
vera Aloe, aloe ferox, aloe del Cabo
Familia Liliáceas
Su nombre Su nombre proviene del árabe alloeh,
que significa brillante y amargo, otros creen que viene del griego y que
significa mar, por la apetencia de esta
planta hacia las cercanías del mar; y algunos creen que viene del hebraico halat
por su sabor amargo.
El específico vera viene del latín y significa verdadero.
Origen Oriundo del África
tropical y Sudáfrica
Descripción No tiene tronco, con unas 20 hojas gruesas y carnosas, dispuestas en
roseta con espinas en los bordes, puede alcanzar hasta los 50 cm de altura. Su
inflorescencia se presenta en brácteas blancas con flores amarillo rojizas de
hasta 90 cm de altura.
Dioscórides nos la describe como que
sus hojas se parecen a la de la cebolla albarrana, porque son ancha, gruesas,
grassas, y corcovadas por la parte trasera.
Existen muchas especies dentro del género
Aloe como el aloe candelabro muy
utilizado en parques y jardines por su valor ornamental.
Exigencia Es una planta común en zonas desérticas
No le va bien el frio, por lo que en
invierno es preferible tenerla en el interior, siendo su temperatura ideal de
16ºC como mínima.
Usos
Se utilizó para preservar a los
animales de las picaduras de moscas y pulgas y a los vegetales de los insectos.
Se suele usar después de los afeitados y depilación para
aliviar la piel irritada.
Propiedades medicinales
Su hoja se puede dividir en tres
partes: la piel compuesta por una capa externa, cerosa y otra interna. La
aloína de color amarillo-verdoso, de sabor amargo, es laxante. Y la pulpa o
gel, transparente de la que se sacan los zumos y jugos.
El zumo condesado de
sus hojas tiene efectos medicinales.
La medicina popular lo considera una
especie de panacea (que lo cura todo)
Hipócrates, lo recomendaba para el
crecimiento del cabello, alivio de problemas digestivos y curación de tumores
así como para tratar problemas de la piel como psoriasis, antiacné, quemaduras,
picaduras de insectos, blanquea los dientes y alivia dolores. Dolor de muelas,
previene la caries y alivia la gingivitis, yagas de la boca y sarro de los
dientes
Dioscórides nos dice que es útil para el tratamiento de heridas, dolores
articulares, insolación, acné, inflamación de encías, alopecia, problemas estomacales e intestinales
En altas dosis puede resultar
abortivo y aumentar la cantidad de hemorragia menstrual.
Cura heridas, artritis, cicatriza,
hidrata y rejuvenece.
Por su contenido en vitamina C,
antioxidantes y antraquinona, reduce
el nivel de azúcar en sangre e incluso aumenta la producción de insulina, pero
hay que tener cuidado pues puede provocar una hipoglucemia.
Es antioxidante por lo que es potenciador
inmunológico y combate los radicales libres que aceleran el envejecimiento.
También puede provocar perdida de
potasio por lo que no es recomendable en pacientes cardiacos, renales, varices
y hemorroides.
En la actualidad se utiliza para el
tratamientos y cuidados de la piel
aunque en la antigüedad se utilizó como purgante, tónico estomacal y aperitivo.
Es tónico, purgante, emenagogo, antihelmíntico,
estimula la secreción de bilis.
La savia de sus hojas se usa para
aliviar la dermatitis y el eccema, cura quemaduras e incluso las provocadas por
la radioterapia, herpes e infecciones de la piel. Es un buen remedio contra el
pie de atleta.
Por contener principios activos que hacen
que se sienta plenitud en el estómago y estimula el tránsito intestinal por lo
que la ESCOP lo recomienda para aliviar el estreñimiento.
Los egipcios en el Papiro Eber de 1550 a.C. ya mencionan sus efectos antiinflamatorios y
analgésicos.
Sin embargo científicamente solo se
han probado que es útil en los tratamientos de problemas de la piel y para el
estreñimiento, pero no se debe aplicar a pacientes con hemorroides ni en
mujeres embarazadas ni lactantes, tampoco a niños.
Componentes
Sus principios activos más
importantes son los derivados antracenicos
(antranónicos, antranílicos y antraquinonocos) y las cromonas
Aloína de un 5 al 25 %
También contiene vitaminas A, C, E, B1, B2 y B3
Minerales como calcio, magnesio,
sodio, hierro y manganeso
Resinas 10 a 20%
Historia
Ha sido considerada como planta curativa
y milagrosa desde los orígenes de la humanidad.
No se sabe exactamente desde cuando
se usa como planta medicinal, pero existen dibujos de esta planta en templos egipcios de
4000 a.C. y antes en pinturas rupestres en distintos lugares del mundo como China,
India, Arabia, Palestina e incluso en Nueva guinea.
Se ha encontrado una tablilla sumeria
de Nippur del 2100 a.C. con sus aplicaciones farmacológicas y se la consideraba
una planta divina capaz de ahuyentar los demonios (enfermedades)
Fueron los egipcios los que más la
usaron, la llamaron “la planta de la
inmortalidad” incluso lo usaron para
embalsamar a los faraones por su efecto bactericida y fungicida, pues creían que con la conservación del cuerpo le
ayudaba a alcanzar la vida eterna.
Ya desde la antigüedad fue usado como
planta medicinal y se sabe que fue usado por Nefertiti, Alejandro Magno, Nerón
y Cleopatra que lo uso para dar tersura a su piel.
Fue comercializado por el
Mediterráneo por las naves fenicias.
En Grecia, además de por sus
propiedades curativas era símbolo de belleza, paciencia, fortuna y salud.
Alejandro Magno fue curado de sus
heridas con aloe y mandaba curar a sus soldados heridos con aloe y lo llevaba
en sus campañas.
Antiguamente se producía su jugo en
Socotora, isla del Yemen en el Océano Indico que fue un centro exportador de acibar.
Los romanos comprobaron en las
guerras púnicas como los cartagineses se curaban sus heridas con él.
También es llamada “La planta bíblica” por las muchas veces
que es nombrada en la Biblia, como cuando se relata que Nicodemo utilizó una
mezcla de aloe y mirra para embalsamar el cuerpo de Jesús.
Fue traído a Europa para su cultivo por los árabes, a
través de España que también enseñaron el procedimiento para extraer la pulpa
mediante prensas o pisadas, que después secaban al sol en pieles de cabra.
En las cruzadas, los cristianos
pudieron ver como sus enemigos se curaban las heridas con esta planta.
Aparece citado en documentos médicos
anglosajones del siglo X y alemanas del siglo XII
En la Edad Media tuvo gran aprecio
entre los médicos, por lo que alcanzó elevados precios.
La monja benedictina Hildegard von Bingen, en el año 1100 lo
recomendaba para combatir las caries, enfermedades estomacales, migrañas, ulceras
e ictericias.
Se cree que gracias al aloe pudieron
sobrevivir al viaje, los marineros de Colon, este le llamó el “el doctor maceta” incluso escribió en su diario: “Todo está bien, hay aloe a bordo”
Paracelso lo estudio y lo nombró como
“misterioso y secreto aloe cuyo jugo de oro cura las quemaduras y los
envenenamientos de la sangre”
En la China fue usada para tratar
quemaduras y enfermedades de la piel, como se cuenta en la farmacopea de Li Shih-Shen (1518-1593) donde le llama “remedio de armonía” Los médicos itinerantes usaban sus espinas como agujas de
acupuntura.
Los jesuitas españoles lo llevaron al Nuevo Mundo sobre el
1590 , seguramente a las Bermudas y de ahí el nombre científico de “Aloe barbadensis”
Poco después fue tan difundido que los indios americanos lo consideraron una de
sus 16 plantas sagradas usándolo contra hemorragias, tos, problemas de vejiga,
riñones, digestivos, picaduras, incluso creían que curaba enfermedades mentales
y los jibaros le consideraron “el medico
del cielo”, y lo usaban como
ungüento que les protegía el cuerpo de heridas y picaduras de insectos .
Los mayas lo consideraban una planta
sagrada y lo llamaron “Fuente de juventud”
y aun hoy lo colocan en hogares y comercios para que de buena suerte.
En el siglo XVII las Indias Occidentales comenzaron a producir
sus derivados en gran cantidad.
En el siglo XVII se vendían
procedentes de las islas Barbados y desde el siglo XVIII es el Cabo de Buena
Esperanza el mayor productor.
Leyendas y tradiciones
El aloe comenzó a ser utilizado por
los magos árabes que recomendaban su jugo con vinagre para evitar la caída del cabello.
Para los egipcios, era una planta mística
que acompañaba en las ceremonias funerarias al faraón hasta su lugar de reposo
y le indicaría el camino hacia la Tierra de los Muertos.
Existe una leyenda que cuenta que en
una ocasión Alejandro Magno fue herido por una flecha en Gaza y que fue curado
con un ungüento preparado con aloe que lo había preparado su maestro
Aristóteles.
En la Edad Media se mezclaba con
incienso y se utilizaba como perfume para favorecer las influencias de Júpiter
especialmente los jueves en la primera y octava
hora del día y tercera o decima de la noche.
Los samuráis japoneses, untaban su
cuerpo con pulpa de aloe para evitar a los demonios y conseguir la inmortalidad.
En la India, el libro Ayurveda (5000
a.C.) llama al aloe “la curadora silenciosa” cree que crecía en
los Jardines del Edén, se usaba en la
medicina tradicional, era considerada
planta sagrada y aun hoy se colocan hojas de aloe en las hogueras funerarias
para el renacimiento y vida eterna del difunto.
Se cuenta que el medico sueco Dr
Yernes vivió hasta los 104 años tomando un preparo compuesto de aloe, genciana,
azafrán, ruibarbo, melaza y brandi.
En África, el pueblo Galla de Etiopia,
plantaba aloe alrededor de las tumbas y creían que si las plantas florecían, el
difunto había entrado en el paraíso.
En sanscrito recibía el nombre de “niña” por creer que daba a las mujeres
energía de la juventud y era considerada planta
del equilibrio.
Rudolf Steiner, lo considera planta
de elemento acuático mientras se libra
una tensión entre el sol y la luna, y entre lo etéreo y lo astral.
En Lanzarote existe la leyenda de que
unos jóvenes llamados Aloe y Vera se estaban casando, cuando por una erupción
volcánica cayó una roca sobre ella matándola, de su sangre brotó una nueva
planta: el aloe, y el novio lamentándose con una horca quedó como simbol del
parte de Timanfaya.
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